martes, 24 de noviembre de 2009

Sismos, represas y después…



Por Ricardo Luis Mascheroni, Docente e investigador de la Universidad Nacional del Litoral


El 10 de Noviembre pasado, en la localidad de Ituzaingó, Provincia de Corrientes, se produjo un movimiento sísmico de 3,5º en la escala de Ritcher.

En la zona referida se encuentra la represa hidroeléctrica de Yacyretá, lugar en el que, en principio y de acuerdo a las escasas informaciones al respecto y el silencio de los grandes medios, tuvo su epicentro el fenómeno.

Es sabido que todo movimiento telúrico encierra cierto grado de riesgo, sobre todo en relación a la instalación en el lugar de ocurrencia, de personas, ciudades o distintos tipos de construcciones.

Situación que puede potenciar los efectos negativos, ante la presencia de mega obras, como represas, edificaciones de magnitud y otras realizaciones.

Sin perjuicio de ello, los diques hidroeléctricos monumentales, son un riesgo en si mismos y sus impactos afectan el clima, agua, vientos, biodiversidad y generan un verdadero descalabro social de proporciones impredecibles e imprevisibles.

Frente a esta circunstancia y sin el ánimo de generar alarma o temores infundados, pero si de hacer las alertas pertinentes, quiero reproducir un estudio sobre el tema, que había incluido en mi libro “La Represa del Paraná Medio – Una Nueva Forestal”.

La referida investigación fue efectuada, casi dos décadas atrás por el Conicet y la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Buenos Aires, según lo publicado por el Diario Clarín en 1992, bajo el sugestivo título de: “CUANDO EL HOMBRE FABRICA TERREMOTOS”. (1)

En el mismo se expresa: “La estructura de la Tierra está formada por capas superpuestas, …llamadas placas tectónicas. Esas placas se mueven lentamente…Cuando la presión supera el límite de resistencia de la roca, esta se rompe y se origina una falla.

Tanto el choque o rozamiento de dos placas como la rotura de alguna de ellas se perciben como un terremoto o movimiento sísmico que puede alcanzar distintas intensidades.

Estas manifestaciones son naturales, pero ocurre que el hombre también está causando movimientos sísmicos. La formación de lagos artificiales, con el propósito de generar energía, produce en algunos casos, un fenómeno conocido como sismicidad inducida.

¿Por qué se producen?

Cuando se construye un embalse o una presa para frenar la corriente de agua de un río, se forma un nuevo y gran lago, que abarca una superficie mayor que la del río de origen.

Se generan, entonces, dos efectos: una mayor presión en el suelo y en el subsuelo del lago, y la infiltración del agua que se introduce en las rocas profundas; de esa manera, actúa como lubricante y facilita el desmembramiento y deslizamiento de aquellas. Estas parecen ser las causas de temblores que ocurrieron con epicentro en los embalses.

Un caso grave ocurrió en la India, en la década del 60, en que se produjo un terremoto en la zona de una represa que ocasionó muchos daños materiales. La región era considerada sísmicamente neutra y de antigüedad geológica suficiente para garantizar la estabilidad.” (2)

Con lo reproducido no se pretende afirmar que si o sí, los hechos mencionados, pueden llegar a producirse, generando angustias o temores injustificados.

Simplemente entiendo que esta campana, por la autoridad de quien la emite, debe ser tenida en cuenta en el caso de Yacyretá, pero sobre todo frente a potenciales emprendimientos que se quieran encarar en un futuro no muy lejano, de acuerdo a los anuncios que desde la Nación, las provincias o los medios de comunicación se dejan oir.

El principio de precaución (política de mantenerse prudentemente alejado) que debe regir en materia de obras, realizaciones y emprendimientos que pudieran afectar el ambiente, incorporado al derecho positivo argentino por la Ley Nº 25675 General del Ambiente, es un buen recurso de gestión ambiental, tendiente a evitar la comisión de actos que en un futuro no muy lejano tengamos que lamentar y cuyos efectos dañinos no podamos reparar.

Insisto en mi intención de no pontificar en torno a verdades irrefutables, simplemente aspiro a generar un debate saludable, maduro y serio en torno a temas sentidos que pueden terminar afectando la vida y la calidad de ella, de miles de personas.

Notas:

(1) Mascheroni, Ricardo, “La Represa del Paraná Medio – Una Nueva Forestal”, edición del autor, Imprenta Lux, páginas 128, Santa Fe 1996.

(2) Op. Cit., La Represa del Paraná Medio, páginas 110/11.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Los trabajadores del carbón responden a Greenpeace

USINA O MUERTE DE LA CUENCA

Los habitantes de los pueblos de la cuenca carbonífera de Rio Turbio presenciamos la campaña multimillonaria que está implementando Greenpeace contra la construcción de la Usina de 240 MW, en todos los medios masivos de comunicación del país con afiches y gigantografias.

Queremos expresar que estamos a favor del la preservación del medio ambiente y compartimos la preocupación por el calentamiento global, pero ahora pongamos todo en su justo medio.

También decimos que, la USINA es la reivindicación histórica de los trabajadores y de los pueblos de la Cuenca Carbonífera y sus 25.000 habitantes y no la USINA de “Néstor y Cristina”, por el contrario, su concreción es la respuesta a 40 años de lucha de generaciones de pobladores, aún reparando en sus costos.

Darle valor agregado al carbón – con la generación de energía eléctrica fue siempre nuestro norte - buscando una empresa autosustentable que garantice la continuidad de la fuente de trabajo de miles de obreros, sus familias y los pueblos.

YCRT constituye el único emprendimiento industrial al sur de Santa Cruz, provincia desértica en las estadísticas de las Naciones Unidas.

Pedir que la presidenta pare la USINA es condenar a MUERTE a nuestras comunidades.

Mientras ello ocurre, los paladines del medioambiente y de la vida NADA dicen del CIANURO, del PLOMO, del ARSENICO, del MERCURIO y del DIOXIDO DE CARBONO que producen las mineras del oro, las petroleras, y los ciudadanos con sus vehículos, especialmente en las grandes urbes.

Respecto del mercurio GREENPEACE promociono el cambio de lámparas incandescentes por las de “bajo consumo” cuando estas son portadoras del peligroso metal pesado y otros tóxicos, que seguramente son mas nocivas que la Usina de Rio Turbio, en todo caso debieron alentar las lámparas LEDS que consumen menos, son más baratas, duran más, y contaminan menos.

En el documento de Greenpeace titulado: “CARBON combustible para el cambio climático proyecto Central Térmica Rio Turbio – Propone - (pag.80) “PARA RIO TURBIO: Invertir en las debidas condiciones de seguridad y modernización de la Mina de Río Turbio y sistema de transporte para que pueda proveer de carbón, al máximo de sus posibilidades, a la USINA ya existente (San Nicolás) y al sector industrial”

La pregunta que surge y devela el oportunismo político de Greenpeace y el ataque sobre nuestros pueblos es: ¿Acaso el carbón de Rio Turbio contamina en el sur pero en San Nicolás no?

Entonces la consigna: CARBON o GLACIARES” en una mentira y una provocación innecesaria, intenta generar miedo en la población, bastardea nuestro recurso, descalifica la actividad de los mineros, pero fundamentalmente incentiva el despoblamiento de la Patagonia. Es también desproporcionada porque la mina de rio turbio solo podrá abastecer a esta usina, aportando menos del 0,5% de la energía del país.

El calentamiento global no es culpa de los mineros y trabajadores del carbón, es en todo caso, un problema de la humanidad, y responsabilidad de las grandes potencias mundiales y el gran capital, que por su sed de ganancias destruyen el planeta.

Alinear políticamente al gobierno para la Asamblea de COPENHAGUE para adherir a las nuevas pautas medioambientales, con una campaña impúdica y desproporcionada, a costa de la incertidumbre de un puñado de argentinos, cuando menos es REPUDIABLE.

Más aun cuando, simultáneamente se hacen negocios con la remediación de los desechos de la industria petrolera, a través de ONGs.

Igualmente como creemos en los sanos ideales - a diferencia de Greenpeace - y respetando la acción que desarrollan, los invitamos a ellos y todos aquellos interesados en la preservación de la naturaleza, a que nos ayuden a controlar la construcción de la usina, para que se realice de acuerdo a los parámetros y protocolos medioambientales previstos en la licitación.

Será la mejor contribución a la humanidad, a los glaciares y a los pueblos de la Cuenca Carbonífera.

TRABAJADORES DEL CARBON Y HABITANTES DE LA CUENCA CARBONIFERA

Río Turbio y 28 de Noviembre – SANTA CRUZ, 17 de Noviembre 2009.-

jueves, 19 de noviembre de 2009

Das Neves enfrentadoa la comunidad vecina a "La Elena" por proyecto energético.


“La Elena”: reflotan polémico proyecto para construir una represa en el río Carrenleufú
Por Puerta E -
Friday, Nov. 13, 2009 at 12:51 PM

El Gobierno chubutense anunció que reflotará el polémico proyecto hidroeléctrico denominado “La Elena”, que prevé la construcción de una gran represa de 40 metros de altura y 141 metros de longitud ubicada en la cuenca del río Carrenleufú.

Fue el secretario de Infraestructura, Alejandro Pagani, quien adelantó que el Gobierno provincial “retomó” los proyectos del dique compensador Las Piedras, sobre el río Chubut, al oeste de 28 de Julio, y la represa La Elena, en Corcovado, de acuerdo con la información publicada por el diario El Chubut.

“Estamos trabajando con gente de la Universidad Nacional de Córdoba y muy pronto vamos a tener algunos resultados como para empezar a exponerlos”, explicó Pagani en la nota y, en referencia al proyecto de “La Elena”, el funcionario adelantó que “está muy avanzado, faltan los estudios ambientales, el anteproyecto está bastante definido”, mientras que resta definir el aspecto ambiental y su financiación.

El secretario de Infraestructura indicó que la creación de “La Elena” prevé generar “100 megas de potencia”, al tiempo que remarcó que se trata de “una obra de más de 100 millones de dólares, que tiene otras connotaciones para su concreción, que tienen que ver con todo lo que es el sistema energético y el negocio de la energía”.

En esa misma crónica, el diario recuerda que “cuando surgió este proyecto, se habló de la posibilidad que el mismo proporcione energía a emprendimientos mineros cordilleranos. Y algunas entidades ecologistas levantaron voces de protesta, a las que se sumaron quejas de comunidades aborígenes que interpretan que el espejo de La Elena afectaría tierras de sus ancestros”.

Oposición férrea

La construcción de “La Elena” en la cuenca del río Carrenleufú cuenta con una férrea oposición de los vecinos de esa zona cordillerana, tanto del lado argentino (Corcovado-Carrenleufú), como del lado chileno (Palena), quienes desde hace años alertan sobre las consecuencias perjudiciales que acarrearía la concreción de este proyecto hidroeléctrico.

Entre otros puntos, los habitantes de esa zona advirtieron que “un megaproyecto como La Elena cambiará el paisaje definitivamente, la dinámica de la naturaleza y la vida de todos los habitantes. Estos cambios serán drásticos e irreversibles, la identidad natural de la región será reemplazada por estructuras artificiales. Los impactos negativos que acarreará serán sobre el clima, el suelo, el agua y en la salud humana. Habrá impactos sociales, económicos y culturales”.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Energía y agricultura

Energía, alimentación y gases con efecto de invernadero (www.biodiversidadla.org)


"Si a la agricultura orgánica, o mejor la agroecología, se le agrega un sistema de alimentación local —producción de alimentos para el mercado local— en vez del modelo de agroexportación impuesto a la mayoría de los países del mundo por instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, se puede rebajar aún mucho más la energía consumida por alimentar la población."

A nivel mundial, la tasa de consumo de energía se calcula en 15 teravatios (TW), o 15 terajulios (TJ) de energía cada segundo (1 T= 1000000000000). [1] Si una bombilla eléctrica convencional consume 60 W, esto es el equivalente de 37 bombillas encendidas permanentemente por cada persona en el mundo. Más de un cuarto de este consumo se pierde en la generación y el transporte de la energía.

Cerca de 86% de toda esta energía es producida mediante combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). El uso de estos combustibles se ha incrementado casi sin freno desde las primeras perforaciones petrolíferas a mediados del siglo XIX. Este crecimiento contrasta con el descenso producido en el descubrimiento de yacimientos desde finales de los 70. Los combustibles fósiles son una fuente limitada de energía, explotada en las últimas décadas de modo exponencial, lo que acelera su inevitable agotamiento.

El sistema predominante de alimentación depende altamente del consumo de energía. La energía consumida por la agricultura en sí se estima en sólo un 4% del consumo mundial de energía pero, según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, contribuye directamente a un 11% del total de gases con efecto de invernadero emitidos, o 6.1 Gt de dióxido de carbono equivalente [3], [4]. Casí todas las emisiones son en forma de métano (3.3 Gt) y óxido de nitrógeno (2.8 Gt). Unos dos tercios de las emisiones globales de métano y la mayoría de las emisiones de óxido de nitrógeno provienen de la agricultura. [5]

Sin embargo, cuando se contempla todo el sistema alimentario, hay que tener en cuenta un consumo mucho más alto de energía. Desde la preparación de la tierra para la siembra hasta la venta de los productos procesados en las tiendas y mercados, hay una multitud de procesos que componen el sistema de alimentación en el mundo y que requieren de energía para funcionar: cultivo de los alimentos, almacenaje, transporte, procesamiento, transformación y embalaje, distribución, venta y tratamiento de los desperdicios.

La fabricación de la mayoría de los insumos agrícolas (fertilizantes, pesticidas, herbicidas, fármacos) se hace procesando combustibles fósiles como materia prima (el gas natural para producir fertilizante de nitrógeno y el petróleo para producir pesticidas). A partir de la denominada Revolución Verde en los años sesenta, el uso de los agroquímicos y el agua para riego aumentó tremendamente.

Entre 1960 y 2005, periodo en el que la población mundial se duplicó, el uso mun-dial de fertilizante de nitrógeno aumentó más de 8 veces. Se calcula que la producción de dicho fertilizante consume un 2% del consumo mundial de energía. [3] Más de la mitad de esta producción se le aplica a un solo cultivo: el maíz. En eua, la producción industrial de un quintal (100 libras) del maíz consume cerca de medio galón de petróleo. [7]

Este gran consumo de energía por el sistema industrial de alimentación, dependiente en grado sumo de combustibles fósiles, es responsable de una cantidad enorme de gases con efecto de invernadero. Se calcula que una tercera parte de las emisiones globales de éstos se puede atribuir al sistema alimentario global (ver la Tabla, página 17) [3]. Sin embargo, existen muchas diferentes formas de alimentarse que tienen distintos consumos de energía y por tanto emi-siones de gases con efecto de invernadero. Las formas más básicas y tradicionales de producción de alimentos como la agricultura de desplazamiento y la caza y recolección, consumen mucho menos energía que la que se obtiene. Los métodos más modernos como el vacuno intensivo y la pesca industrial son muy ineficientes en su consumo de energía, y a veces consumen hasta 15 a 20 veces más energía que lo que se consigue en forma de alimento.

El consumo de energía del sistema alimentario del país más industrializado del planeta, Estados Unidos, ha aumentado enormemente en los últimos 100 años desde menos de una caloría por cada caloría de alimento obtenida, hasta más de 10 calorías hoy.

En las últimas décadas, como respuesta alternativa a la gran industrialización de la producción y distribución de alimentos a través del mundo, ha surgido un importante movimiento de agricultores y ecologistas en pro de la producción de alimentos de forma ecológica y la distribución de los mismos en base a mercados locales, vinculando los productores con los consumidores.

Al iniciar el siglo xxi, con las crisis energética y ambiental cada día más y más evidentes, se han publicado los resultados de varios estudios importantes que prueban la eficiencia de la agricultura ecológica en cuanto a su consumo de energía.

En 2002, se dieron a conocer los resultados del Ensayo dok, un estudio que comparaba la agricultura orgánica con la agricultura convencional desde hacía 24 años. Único en el mundo de su índole, de una duración tan larga, sus estadísticas muestran que la agricultura orgánica es “más amigable con el ambiente, más eficaz y sustentable”, mientras que mantiene más alta la fertilidad en el suelo. [9]

El informe Agricultura orgánica, ambiente y seguridad alimentaria de las Na-ciones Unidas, publicado en 2003, también constató que la agricultura orgánica da mejores resultados que la agricultura convencional por hectárea, con respecto al consumo directo de energía (combustible y aceite) y al consumo indirecto de energía (fertilizantes sintéticos y pesticidas). [10] Otro informe de Naciones Unidas, Agricultura orgánica y seguridad alimentaria en África, publicado el año pasado, confirmó que la agricultura orgánica consume menos energía. Se halló que 93% de los casos investigados reportaron beneficios en fertilidad del suelo, suministro de agua, control de inundaciones y biodiversidad. [11]

Mientras que las instituciones internacionales se limitan a referirse a la agricultura orgánica, muchas organizaciones sociales y ecologistas hablan de agroecología. La agricultura orgánica, desde que nace el término, ha sufrido un cambio en su significado. Las agroindustrias pretenden comercializar productos orgánicos porque son más amigables al ambiente, cuando en realidad se utilizan las mismas técnicas de cultivo (monocultivos) aunque, en vez de usar insumos químicos, usen insumos hechos a base de materiales no considerados como químicos. Puede resultar en un producto más saludable para el consumo humano, pero su mejora en el impacto sobre el ambiente es cuestionable. Sin la implementación de prácticas agrícolas como la rotación y asociación de cultivos, el reciclaje de los desperdicios en la forma de abono orgánico, y la protección del suelo, los problemas de la erosión por la lluvia o por el viento, la pérdida en la fertilidad del suelo, y la alta dependencia en los insumos externos y el consumo de energía, no se solucionan.

La agroecología tiene otro enfoque basado en el cuidado del suelo. Para que la agricultura sea en verdad amigable con el ambiente y sustentable, no puede permitir que el suelo se degrade. Esto sólo se logra con las prácticas antes mencionadas, todo con el propósito de reciclar los nutrientes, y por tanto la energía, dentro de la finca o zona. Un suelo bien cuidado actúa como un “secuestrador de carbono” —absorbe dióxido de carbono y mitiga el cambio climático.

Un mito es que la agricultura ecológica es anticuada y que rinde poco porque no aprovecha las ventajas de la tecnología moderna; teoría desacreditada por varios estudios internacionales publicados en los últimos años.

En 2006, un estudio internacional de mejoras de prácticas agrícolas (como la rotación de cultivos y la agricultura orgánica) halló que el aumento promedio de la producción era de un 79%. [12] En 2008, se publicaron los resultados del estudio más grande del mundo que comparaba el uso de composta (abono orgánico) con el fertilizante químico durante un periodo de 7 años. El estudio concluyó que el uso de la composta incrementó la producción en un 100-200% y sobrepasó el incremento por el uso de los fertilizantes químicos en un 30%.13 Finalmente, el estudio de las Naciones Unidas sobre agricultura orgánica en África, que analizó más de 100 intervenciones en 24 países, encontró un promedio en el aumento de la producción de más de un 100%. [11]

Si a la agricultura orgánica, o mejor la agroecología, se le agrega un sistema de alimentación local —producción de alimentos para el mercado local— en vez del modelo de agroexportación impuesto a la mayoría de los países del mundo por instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, se puede rebajar aún mucho más la energía consumida por alimentar la población.

Esto es lo que propone desde hace 10 años la Vía Campesina, movimiento internacional campesino que representa millones de campesinas y campesinos, indígenas, pequeños agricultores y trabajadores rurales en 69 países alrededor del mundo. En su lucha por la soberanía alimentaria, la Vía Campesina reclama el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas sobre la producción, distribución y consumo de alimentos para garantizar una alimentación sana a su población. Si escojieran políticas que desarrollaran la agricultura ecológica y sistemas de alimentación y energía localizados, existiría el potencial de ahorrar más de un 50% del consumo de energía y emisiones de gases con efecto de invernadero. Incorporar energía renovable, podría suministrar más energía que la necesaria y eliminar la dependencia de los combustibles fósiles. [3]

Como dijo Hans Herren, co-presidente de la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola14: “Sin reformas, muchos de los países más pobres tendrán tiempos muy difíciles.”

Para implementar tal cambio, harían falta Estados fuertes, democráticos y participativos, y por eso se destaca la importancia de fortalecer y concienciar a los movimientos sociales.

EcoBASE - Educación con Base en la Agricultura Sustentable y Ecológica,http://www.cultivobiointensivo.net

1. Consumo y recursos energéticos a nivel mundial. International Energy Outlook 2007 del Departamento de Energía de los Estados Unidas, http://es.wikipedia.org

2. Anatomy of an oil discovery (2007). David Cohen. Publicado en aspo-usa Energy Bulletin.

3. “Organic Agriculture and Localized Food & Energy Systems for Mitigating Climate Change. How the world can be food and energy secure without fossil fuels”. Mae-Wan Ho, Institute of Science in Society, www.i-sis.org.uk. Ponencia del Taller-conferencia de Asia del Este y el Sureste sobre la Agricultura Sostenible, Seguridad Alimentaria y Cambio Climático, Las Filipinas, octubre de 2008.

4. “Mitigating Climate Change through Organic Agriculture and Localized Food Systems”. Mae-Wan Ho y Lim Li Ching, Institute of Science in Society, enero de 2008, www.i-sis.org.uk.

5. “The Role of Organic Agriculture in Mitigating Climate Change —a scoping study”. Johannes Kotschi y Karl Müller Sämann, International Federation of Organic Agriculture Movements, mayo de 2004

6. “Agricultural Sustainability and Intensive Production Practices”. David Tilman, Kenneth G. Cassman, Pamela A. Matson, Rosamond Naylor y Stephen Polasky. Nature 418, agosto de 2002, pp 671-677.

7. The Omnivore’s Dilemma. Michael Pollan, 2006

8. Ariadne’s Thread: The Search for New Modes of Thinking. Mary E. Clark. St. Martin’s Press, 1989.

9. Convocatoria de Prensa del Instituto de Investigación de la Agricultura Orgánica (fibl), Suiza, 2002,
http://www.fibl.org

10. Agricultura orgánica, ambiente y seguridad alimentaria. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (fao). Editado por Nadia El-Hage Scialabba y Caroline Hattam, 280 pp, Colección fao: Ambiente y Recursos Naturales núm 4, 2003, http://www.fao.org

11. Organic Agriculture and Food Security in Africa. unep-unctad, 2008, http://www.unctad.org

12. “Resource-Conserving Agriculture Increases Yields in Developing Countries”. J. N. Pretty, A. D. Noble, D. Bossio, J. Dixon, R. E. Hine, F. W. T. Penning de Vries, y J. I. L. Morison. Environmental Science and Technology, 2006, 1114–1119, http://pubs.acs.org

13. “Greening Ethiopia for Food Security & End to Poverty”. Edwards S. Science in Society 37, 42-46, febrero de 2008.
http://www.i-sis.org.uk

14. Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (iaastd), 2008.
http://www.agassessment.org/

Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas

domingo, 1 de noviembre de 2009

Geopolítica de la energía, un debate ineludible.


La nueva geopolítica de la energía

Tomado de www.rebelion.org


Ninguna otra de las principales potencias mundiales es capaz de igualar a los Estados Unidos a la hora de desplegar su capacidad militar en la lucha por la protección de las materias primas de vital importancia. Sin embargo, las otras potencias están empezando a desafiar su dominio de varias maneras. El mayor riesgo de esta lucha es que algún día exceda los límites de la competición económica y diplomática y entre de lleno en el terreno militar. El problema es, en cambio, que todas las potencias están tomando parte en acciones que hacen que el comienzo de una escalada involuntaria sea cada día más plausible.

Mientras la atención diaria del ejército estadounidense se centra en Irak y Afganistán, los estrategas norteamericanos miran más allá de estos dos conflictos con el objetivo de prever el medio en el que se producirá el combate global en los tiempos venideros. Y el mundo que ven es uno en el cual la lucha por los recursos vitales, más que la ideología o la política de equilibrio de poder, domina el Campo de Marte. Creyendo que los EEUU deben reconfigurar sus doctrinas y fuerzas para prevalecer en semejante entorno, los oficiales más veteranos han tomado los pasos necesarios para mejorar su planificación estratégica y capacidad de combate. Aunque muy poco de todo esto ha llegado al dominio público, existe un número de indicadores clave.

Desde el 2006 el Departamento de Defensa, en su informe anual Capacidad militar de la República Popular China, ha puesto a un mismo nivel la competición por los recursos y el conflicto en torno a Taiwán como la chispa que podría desencadenar una guerra con China. La preparación de un conflicto con Taiwán permanece como 'una razón importante' en la modernización militar china, según indica la edición del 2008, pero 'un análisis de las recientes adquisiciones del ejército chino y de su actual pensamiento estratégico sugiere que Pekín está desarrollando también otras capacidades de su ejército para otro tipo de contingencias, como por ejemplo el control sobre los recursos.' El informe incluso considera que los chinos están planeando mejorar su capacidad para una 'proyección de su poder' en las zonas que les proporcionan materias primas, especialmente combustibles fósiles, y que semejantes esfuerzos supondrían una significativa amenaza para los intereses de la seguridad estadounidense.

El Pentágono también pide este año fondos para el establecimiento del Africa Command (Africom), el primer mando unificado transatlántico desde que en 1983 el presidente Reagan creara el Central Command (Centcom) para proteger el petróleo del Golfo Pérsico. La nueva organización centrará sus esfuerzos supuestamente en la ayuda humanitaria y la 'guerra contra el terrorismo'. Pero en una presentación en la Universidad Nacional de Defensa, el comandante segundo de Africom, el Vice Almirante Robert Moeller, declaró que 'Africa tiene una importancia geoestratégica cada vez mayor' para los EEUU -el petróleo es un factor clave- y que entre los retos clave para los intereses estratégicos estadounidenses en la región se encuentra la 'creciente influencia en Africa' de China.

A Rusia también se la contempla a través de la lente de la competición mundial por los recursos. Aunque Rusia, a diferencia de los EEUU y China, no necesita importar petróleo ni gas natural para satisfacer sus necesidades nacionales, busca dominar el transporte de energía, especialmente hacia Europa, lo que ha alarmado a los oficiales veteranos de la Casa Blanca que recelan de una restauración del status de Rusia como superpotencia y temen que su aumento en el control de la distribución del petróleo y el gas en Eurasia debilite la influencia estadounidense en la región. En respuesta a la ofensiva energética rusa, la administración Bush está emprendiendo contramedidas. 'Tengo la intención de nombrar... a un coordinador especial de energía que dedicará especialmente todo su tiempo a la región de Asia Central y del mar Caspio', informó en febrero la Secretaria de Estado Condoleezza Rice al Comité de Asuntos Exteriores del Senado. 'Es una parte verdaderamente importante de la diplomacia.' Uno de los principales trabajos de este coordinador, según declaró Rice, será el de fomentar la construcción de oleoductos y gasoductos que circunvalen Rusia con el objetivo de disminuir su control sobre el flujo energético regional.

Tomados en conjunto, éstos y otros movimientos semejantes sugieren que ha tenido lugar un desplazamiento de la política: en un momento en el que el las reservas mundiales de petróleo, gas natural, uranio y minerales industriales clave como el cobre y el cobalto empiezan a disminuir y la demanda de esos mismos recursos se está disparando, las mayores potencias mundiales se desesperan por conseguir el control sobre lo que queda de las reservas sin explotar [para más pruebas sobre la escasez de combustibles fósiles, véase Klare, “Preparativos para una vida después del petróleo”, 12 noviembre de 2007, y Mark Hertsgaard, “Nos quedamos sin gasolina”, 12 de mayo]. Estos esfuerzos implican por lo general una intensa guerra de pujas en los mercados internacionales, lo que explica los precios récord que están alcanzando todas estas mercancías, pero también adoptan una forma militar cuando empiezan a realizarse las transferencias de armamento y el despliegue de misiones y bases transatlánticas. Para reafirmar la ventaja de los EEUU -y para contrarrestar movimientos similares de China y otros competidores por los recursos- el Pentágono ha situado la competición por los recursos en el centro mismo de su planificación estratégica.

Alfred Thayer Mahan, revisitado

No es la primera vez que los estrategas estadounidenses dan máxima prioridad a la lucha global por los recursos. A finales del siglo XIX un atrevido grupo de pensadores militares liderados por el historiador naval y presidente del Naval War College, Alfred Thayer Mahan, y su protégé, el entonces Secretario Asistente de la Marina Theodore Roosevelt, hicieron una campaña reclamando una Marina estadounidense fuerte, y la adquisición de colonias que asegurasen el acceso a los mercados de ultramar y las materias primas. Sus puntos de vista ayudaron puntualmente a fomentar el apoyo de la opinión pública a la Guerra Hispanoamericana y, a su conclusión, al establecimiento de un imperio comercial estadounidense en el Caribe y el Pacífico.

Durante la Guerra Fría, la ideología gobernó absolutamente la estrategia estadounidense de contención de la URSS y derrota del comunismo. Pero incluso entonces no se abandonaron por completo las consideraciones acerca de los recursos. La doctrina Eisenhower de 1957 y la doctrina Carter de 1980, a pesar de que se acomodaron a la habitual retórica anti-soviética de la época, pretendían sobre todo asegurar el acceso de EEUU a las prolíficas reservas petrolíferas del Golfo Pérsico. Y cuando el presidente Carter estableció en 1980 el núcleo de lo que sería más tarde el Centcom, su principal preocupación era la protección del flujo petrolífero del Golfo Pérsico y no la contención de las fronteras de la Unión Soviética.

Al terminar la Guerra Fría, el presidente Bush trató -y falló- de establecer una coalición mundial de estados de ideologías afines (un 'Nuevo Orden Mundial') que mantendría la estabilidad mundial y permitiría a los intereses empresariales (con las compañías estadounidenses al frente) extender su alcance por todo el planeta. Este enfoque, aunque suavizado, fue adoptado después por Bill Clinton. Pero el 11-S y la implacable campaña contra los 'estados canalla' (sobre todo contra el Irak de Saddam Hussein e Irán) de la actual administración Bush, ha reinyectado el elemento ideológico a la planificación estratégica estadounidense. Tal y como lo presenta George W. Bush, la 'guerra contra el terrorismo' y los 'estados canalla' son los equivalentes contemporáneos a las anteriores luchas ideológicas contra el fascismo y el comunismo. Examinados más de cerca estos conflictos, sin embargo, resulta imposible separar el problema del terrorismo en Oriente Medio o el desafío de Irak e Irán de la historia de la extracción del petróleo en aquellas regiones por parte de empresas occidentales.

El extremismo islámico del tipo que propaga Osama Bin Laden y Al Qaeda en la región tiene muchas raíces, pero una de las más importantes sostiene que el ataque occidental y la ocupación de tierras islámicas -y la resultante profanación de las culturas y pueblos musulmanes- se debe a la sed de petróleo de los occidentales. 'Recordad también que la razón más importante que tienen nuestros enemigos para controlar nuestras tierras es la de robar nuestro petróleo', dijo Bin Laden a sus simpatizantes en una grabación sonora fechada en diciembre del 2004. Así que haced lo que tengáis en vuestras manos para detener el mayor robo de petróleo de la historia.'

De manera similar, los conflictos de EEUU con Irak e Irán han sido modelados por el principio fundamental de la doctrina Carter de que los EEUU no permitirán la aparición de una potencia hostil que pueda obtener en un momento dado el control del flujo petrolífero en el Golfo Pérsico, y con ello, en palabras del vicepresidente Cheney, 'ser capaz de dictar el futuro de la política energética mundial.' El hecho de que estos países estén posiblemente desarrollando armas de destrucción masiva sólo complica la tarea de neutralizar la amenaza que representan, pero no altera la lógica estratégica que subyace en el fondo de los planes de Washington.

La preocupación sobre la seguridad de los suministros de recursos ha sido, pues, una característica central en la planificación estratégica desde hace tiempo. Pero la atención que se le presta ahora a esta cuestión representa un cambio cualitativo en el pensamiento estadounidense sólo igualable a los impulsos imperiales que condujeron a la Guerra Hispanoamericana un siglo atrás. Sin embargo en esta ocasión el movimiento está motivado no por una optimista fe en la capacidad norteamericana para dominar la economía mundial, sino por una perspectiva francamente pesimista sobre la disponibilidad de los recursos vitales en el futuro y la intensa competición sobre ellos que están llevando a cabo China y otros motores económicos emergentes. Enfrentándose a este doble reto, los estrategas del Pentágono creen que asegurar la primacía estadounidense en la lucha por los recursos mundiales debe ser la prioridad número uno de la política militar norteamericana.

Regreso al futuro

En línea con este nuevo enfoque, el énfasis se emplaza ahora en el papel mundial que ha de jugar la marina estadounidense. Utilizando un lenguaje que hubiera sonado sorprendentemente familiar a Alfred Mahan y al primer presidente Roosevelt, la Marina, los marines y la guardia costera dieron a conocer en octubre un documento titulado “Una estrategia cooperativa para el poder naval en el siglo XXI” que resalta la necesidad de los EEUU de dominar los océanos y asegurar las principales rutas marítimas que conectan el país con sus mercados de ultramar y reservas de recursos.

En las pasadas cuatro décadas el comercio marítimo mundial se ha cuadriplicado: el 90% del comercio mundial y dos tercios del petróleo son transportados por mar. Las rutas marítimas y la infraestructura costera que las apoyan son la tabla de salvación de la economía global actual. Unas expectaciones de crecimiento cada vez mayores y el incremento de la competición por los recursos unidos a la escasez pueden alentar a las naciones a ejercer cada vez más reclamaciones de soberanía sobre parcelas cada vez mayores del océano, vías fluviales y recursos naturales, resultando de todo ello potenciales conflictos.

Para encarar este peligro, el Departamento de Defensa ha emprendido una modernización total de su flota de combate, lo que supone el desarrollo y obtención de nuevos portaaviones, destructores, cruceros, submarinos y un nuevo tipo de nave de 'combate litoral' (armamento de costa), un esfuerzo que llevará décadas completar y que consumirá cientos de miles de millones de dólares. Algunos de los elementos de este plan fueron desvelados por el presidente Bush y el Secretario de Defensa Gates en la propuesta de presupuesto para el año fiscal 2009, presentada el pasado mes de febrero. De los artículos más caros del presupuesto destacan los siguientes:

- 4,2 mil millones de dólares para la principal nave de una nueva generación de portaaviones de propulsión nuclear.

- 3,2 mil millones de dólares para un tercer misil para el destructor clase 'Zumwalt'. Estas naves de guerra de camuflaje avanzadas servirán también como banco de pruebas para un nuevo tipo de misiles crucero, los CG(X)

- 1,3 mil millones de dólares para las dos primeras naves de combate litoral.

- 3,6 mil millones de dólares para un nuevo submarino clase Virginia, el navío de combate subacuático más avanzado del mundo, actualmente en producción.

Los programas de construcción naval propuestos costarán 16,9 mil millones el año fiscal del 2009, después de los 24,6 mil millones de dólares votados para el año fiscal 2007 y 2008.

El nuevo enfoque estratégico de la Marina se refleja no sólo en la obtención de nuevos navíos, sino también en la disposición de los ya existentes. Hasta hace poco la mayoría de los activos navales estaban concentrados en el Atlántico Norte, el Mediterráneo y el Pacífico Noroeste en misiones de apoyo a las fuerzas de la OTAN estadounidenses y en virtud de los pactos de defensa con Corea del Sur y Japón. Estos vínculos figuran de manera muy prominente en los cálculos estratégicos, pero se incrementa cada vez más la importancia de la protección de los enlaces comerciales vitales en el Golfo Pérsico, el Pacífico suroeste y el Golfo de Guinea (cerca de los mayores productores de petróleo en Africa). En el 2003, por ejemplo, el jefe del US European Command declaró que los portaaviones de combate bajo su mando estarían menos tiempo en el Mediterráneo y 'la mitad de su tiempo descenderían a la costa oeste de Africa”

Un enfoque similar guía la reestructuración de las bases de ultramar, que había permanecido en gran medida intacta los últimos años. Cuando la administración Bush tomó el poder, la mayoría de las bases principales se encontraban en Europa occidental, Japón o Corea del Sur. Por insistencia del entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Pentágono empezó a trasladar fuerzas de la periferia de Eurasia hacia sus regiones centrales y del sur, especialmente Europa central y oriental, el centro de Asia y el sudeste asiático, así como en el norte y centro de Africa. Es cierto que estas zonas son el hogar de Al Qaeda y de los 'estados canalla' de Oriente Medio, pero también que contienen el 80% o más de las reservas mundiales de gas natural y petróleo, así como reservas de uranio, cobre, cobalto y otros materiales industriales cruciales. Y, como se ha señalado antes, es imposible separar lo uno de lo otro en los cálculos estratégicos estadounidenses.

Otro punto muy a tener en cuenta es el plan estadounidense para mantener una infraestructura básica para apoyar las operaciones de combate en la cuenca del Mar Caspio y Asia central. Los vínculos americanos con los estados de esta región fueron establecidos años antes del 11-S para proteger el flujo del petróleo del Mar Caspio hacia occidente. Creyendo que la cuenca del mar Caspio sería una nueva fuente valiosa de petróleo y gas natural, el presidente Clinton trabajó aplicadamente para abrir las puertas a la participación estadounidense en la producción energética de la zona, y aunque advertido de los antagonismos étnicos endémicos de la región, trató de reforzar la capacidad militar de las potencias aliadas del lugar y preparar una posible intervención de las fuerzas norteamericanas en la zona. El presidente Bush redobló estos esfuerzos, incrementando el flujo de la ayuda militar estadounidense y estableciendo bases militares en las repúblicas centroasiáticas.

Una mezcla de prioridades gobierna los planes del Pentágono para retener una constelación de bases 'duraderas' en Irak. Muchas de estas instalaciones serán sin duda utilizadas para continuar dando apoyo a las operaciones contra las fuerzas insurgentes, para actividades de inteligencia militar y para el entrenamiento del ejército y unidades de policía iraquíes. Incluso si todas las tropas de combate estadounidenses fueran retiradas de acuerdo con los planes anunciados por los senadores Clinton y Obama, algunas de estas bases serían con toda probabilidad mantenidas para actividades de entrenamiento, que tanto Clinton como Obama han afirmado que continuarán. Por otra parte, al menos algunas de las bases están específicamente dedicadas a la protección de las exportaciones de petróleo iraquí. En el 2007, por ejemplo, la Marina reveló que había construido una instalación de dirección y control sobre y a lo largo de una terminal de petróleo iraquí en el Golfo Pérsico, con el fin de supervisar la protección de las terminales de extracción de mayor importancia en la zona.

Una lucha global

Ninguna otra de las principales potencias mundiales es capaz de igualar a los Estados Unidos a la hora de desplegar su capacidad militar en la lucha por la protección de las materias primas de vital importancia. Sin embargo, las otras potencias están empezando a desafiar su dominio de varias maneras. China y Rusia en particular están proporcionando armas a los países en desarrollo productores de petróleo y gas, y están también empezando a mejorar su capacidad militar en zonas clave de producción energética.

La ofensiva china para ganar acceso a las reservas extranjeras es evidente en Africa, donde Pekín ha establecido vínculos con los gobiernos productores de petróleo de Argelia, Angola, Chad, Guinea Ecuatorial, Nigeria y Sudán. China también ha buscado acceso a las abundantes reservas minerales africanas, persiguiendo las reservas de cobre en Zambia y el Congo, cromo en Zimbawe y un abanico de diferentes minerales en Sudáfrica. En cada caso los chinos se han atraído el apoyo de estos países proveedores con una diplomacia activa y constante, ofertas de planes de asistencia para el desarrollo y préstamos a bajo interés, vistosos proyectos culturales y, en muchos casos, armamento. China es ahora el mayor proveedor de equipos de combate básicos a muchos de estos países, y es especialmente conocida por su venta de armas a Sudán, armas que han sido empleadas por las fuerzas gubernamentales en sus ataques contra las comunidades civiles de Darfur. Además, como los EEUU, China ha complementado sus transferencias de armas con acuerdos de apoyo militar, lo que ha llevado a una presencia constante de instructores, consejeros y técnicos chinos en la zona, compitiendo con sus homólogos norteamericanos por la lealtad de los oficiales militares africanos.

El mismo proceso está teniendo lugar en gran medida en Asia Central, donde China y Rusia cooperan bajo los auspicios de la Shanghai Cooperation Organization (SCO) para proporcionar armamento y asistencia técnica a los 'istanes' del Asia Central [Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguizistán], de nuevo en competición con los EEUU por ganarse la lealtad de las elites militares locales. En los 90, Rusia estuvo demasiado preocupada con Chechenia como para prestar atención a esta zona, y China, por su parte, estaba concentrada en otras cuestiones a las que daba más prioridad, así que Washington disfrutó de una ventaja temporal. Sin embargo, en los últimos cinco años Moscú y Pekín han concentrado sus esfuerzos para ganar influencia en la región. El resultado de todo ello ha sido un paisaje geopolítico mucho más competitivo, con Rusia y China, unidas a través de la SCO, ganando terreno en su ofensiva para minimizar la influencia estadounidense en la región.

Una muestra clara de esta ofensiva fue el ejercicio militar que llevó a cabo la SCO el pasado verano, el primero de esta naturaleza, en el que participaron todos los estados miembros. Las maniobras involucraron a 6.500 miembros en total, procedentes del personal militar de China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, y tuvieron lugar en Rusia y China. Aparte de su significado simbólico, el ejercicio era indicativo de los esfuerzos chinos y rusos para mejorar sus capacidades militares, poniendo un fuerte énfasis en lo que se refiere a sus fuerzas de asalto a larga distancia. Por primera vez un contingente de tropas chinas aerotransportadas fue desplegado fuera de territorio chino, un signo claro de la creciente autoconfianza de Pekín.

Para asegurarse de que el mensaje de estos ejercicios no había pasado inadvertido, los presidentes de China y Rusia aprovecharon la ocasión para organizar una cumbre de la SCO en Kirguizistán y advertir a los Estados Unidos (aunque no fuese nombrado) de que no permitirían intromisiones de ningún tipo en los asuntos de Asia Central. En su llamada por un mundo 'multipolar', por ejemplo, Vladimir Putin declaró que 'cualquier intento para resolver problemas mundiales y regionales de manera unilateral será en vano.' Por su parte Hu Jintao hizo notar que 'las naciones de la SCO conocen con claridad las amenazas a las que se enfrenta la región y deben asegurar su protección por sí mismas.'

Estos y otros esfuerzos de China y Rusia, combinados con la escalada de ayuda militar estadounidense a algunos estados de la región, son parte de una mayor, aunque a menudo oculta, lucha por el control del flujo del petróleo y el gas natural desde la cuenca del Mar Caspio a los mercados de Europa y Asia. Y esta lucha, a su vez, no es sino parte de la lucha mundial por el control de la energía.

El mayor riesgo de esta lucha es que algún día exceda los límites de la competición económica y diplomática y entre de lleno en el terreno militar. No sucederá, desde luego, porque alguno de los estados implicados tome la decisión deliberada de provocar una guerra contra uno de sus competidores, porque los líderes de todos estos países saben a ciencia cierta que el precio de la violencia es demasiado elevado teniendo en cuenta lo que obtendrían a cambio. El problema es, en cambio, que todos ellos están tomando parte en acciones que hacen que el comienzo de una escalada involuntaria sea cada día más plausible. Estas acciones incluyen, por ejemplo, el despliegue de un número cada vez más elevado de consejeros e instructores militares americanos, rusos y chinos en zonas de inestabilidad en las cuales estos foráneos pueden verse atrapados algún día en bandos opuestos en conflicto.

El riesgo es aún mayor si tenemos en cuenta que la producción intensificada de petróleo, gas natural, uranio y minerales es ya en sí misma una fuente de inestabilidad, que actúa como un imán para las entregas de armamento y la intervención extranjera. Las naciones implicadas son casi todas ellas pobres, así que quien controle los recursos controlará las únicas fuentes seguras de abundante riqueza material. Esta situación es una invitación a la monopolización del poder para que las elites codiciosas empleen su control sobre el ejército y la policía para eliminar a sus rivales. El resultado de todo ello es, casi sin excepción, el de la creación de una camarilla de capitalistas instalados a conciencia en el poder que utilizan con brutalidad las fuerzas de seguridad y terminan rodeados de una ingente masa de población desafecta y empobrecida, a menudo perteneciente a un grupo étnico diferente, un caldo de cultivo idóneo para los disturbios y la insurgencia. Esta es hoy la situación en la zona del delta del Níger en Nigeria, en Darfur y el sur de Sudán, en las zonas productoras de uranio del Níger, en Zimbabwe y en la provincia Cabinda de Angola (en la que se encuentra la mayor parte del petróleo del país) y otras muchas zonas que sufren lo que ha sido denominado ya ' maldición de los recursos'

El peligro se encuentra, huelga decirlo, en que las grandes potencias se vean inmersas en estos conflictos internos. No se trata de ningún escenario extemporáneo: EEUU, Rusia y China están proporcionando armamento y servicios de apoyo militar a las facciones de muchas de las disputas antes mencionadas: EEUU está armando a las fuerzas gubernamentales en Nigeria y Angola, China proporciona ayuda a las fuerzas gubernamentales en Sudán y Zimbabwe, y así con el resto de conflictos. Una situación incluso más peligrosa es la que existe en Georgia, donde EEUU respalda al gobierno prooccidental del presidente Mijail Saakashvili con armamento y apoyo militar, mientras Rusia da su apoyo a las regiones separatistas de Abkhazia y Osetia del Sur. Georgia juega un importante rol estratégico para ambos países porque alberga el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (BTC), un conducto avalado por los EEUU que transporta petróleo del Mar Caspio a los mercados occidentales. Actualmente hay consejeros e instructores militares estadounidenses y rusos en ambas regiones, en algunos casos incluso tienen contacto visual los unos con los otros. No es difícil, por lo tanto, conjeturar un escenario en el cual un choque entre las fuerzas separatistas y Georgia conduzca, quiérase o no, a un enfrentamiento entre soldados rusos y americanos, dando lugar a una crisis mucho mayor.

Es esencial que América invierta el proceso de militarización de su dependencia de la energía importada y disminuya su competición con China y Rusia por el control de recursos extranjeros. Haciéndolo, se podría canalizar la inversión hacia las energías alternativas, lo que conduciría a una producción energética nacional más efectiva (con un abaratamiento de precios a largo plazo) y una inmejorable oportunidad para reducir el cambio climático.

Cualquier estrategia enfocada a reducir la dependencia de la energía importada, especialmente el petróleo, debe incluir un incremento del gasto en combustibles alternativos, sobre todo fuentes renovables de energía (solar y eólica), la segunda generación de biocombustibles (aquellos hechos a partir de vegetales no comestibles), la gasificación del carbón capturando las partículas de carbono en el proceso (de modo que ninguna dioxina de carbono escape a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento del planeta) y células de combustible hidrógeno, junto con un transporte público que incluya ferrocarriles de alta velocidad y otros sistemas de transporte público avanzados. La ciencia y la tecnología para implementar estos avances se encuentran ya disponibles en su mayor parte, pero no las bases para conducirla del laboratorio o de la etapa de proyecto piloto a su desarrollo completo. El desafío es, entonces, el de reunir los miles de millones -quizás billones- de dólares que se necesitarán para ello.

El principal obstáculo a esta tarea hercúlea es que su principal razón de ser se encuentra desde un buen principio con el enorme gasto que supone la competición militar por los recursos de ultramar. Personalmente estimo que el coste actual de imponer la doctrina Carter se encuentra entre los 100 y los 150 mil millones de dólares, sin incluir la guerra en Irak. Extender esa doctrina a la cuenca del Mar Caspio y Africa sumará miles de millones más a la cuenta. Una nueva guerra fría con China, con su correspondiente carrera armamentística naval, requerirá billones en gastos adicionales militares en las próximas décadas. Una locura: el gasto no garantizará el acceso a más fuentes de energía, ni abaratará el precio de la gasolina a los consumidores, ni desanimará a China en su búsqueda de nuevas fuentes de energía. Lo que realmente hará será reducir el dinero que necesitamos para desarrollar fuentes de energía alternativas con las que conjurar los peores efectos del cambio climático.

Todo ello nos conduce a la recomendación final: más que embarcarnos en una competición militar con China, lo que deberíamos hacer es cooperar con Pekín en el desarrollo de fuentes de energía alternativas y sistemas de transporte más eficaces. Los argumentos en favor de la colaboración son abrumadores: se estima que juntos, los Estados Unidos y China, consumiremos el 35% de las reservas mundiales de petróleo para el 2025, la mayor parte del cual tendrá que ser importado de estados disfuncionales. Si, como se predice ampliamente, las reservas mundiales de petróleo empiezan a disminuir por entonces, nuestros países estarán encerrados en una peligrosa lucha por unos recursos cada vez más limitados a zonas crónicamente inestables del mundo. Los costes de ello, en términos de unos desembolsos militares cada vez mayores y una inhabilidad manifiesta para invertir en proyectos sociales, económicos y medioambientales que merezcan realmente la pena, serán inaceptables. Razón de más para renunciar a este tipo de competiciones y trabajar juntos en el desarrollo de alternativas al petróleo, en los vehículos eficientes y otras innovaciones energéticas. Muchas universidades y corporaciones chinas y norteamericanas han empezado a desarrollar proyectos conjuntos de esta naturaleza, así que no debería de ser difícil prever un régimen de cooperación aún mayor.

A medida que nos acercamos a las elecciones del 2008, se abren dos caminos frente a nosotros. Uno nos conduce a una mayor dependencia de los combustibles importados, una militarización creciente de nuestra relación de dependencia del petróleo extranjero y una lucha prolongada con otras potencias por el control de las mayores reservas existentes de combustibles fósiles. La otra lleva a una dependencia atenuada del petróleo como fuente principal de nuestros combustibles, al rápido desarrollo de alternativas energéticas, un perfil bajo de las fuerzas estadounidenses en el extranjero y a la cooperación con China en el desarrollo de nuevas opciones energéticas. Rara vez una elección política ha tenido mayor trascendencia para el futuro de nuestro país.

Michael Klare es Catedrático del Hampshire College, Massachussets, EEUU. Autor de “Sangre y Petróleo”. Ed. Urano, Barcelona, 2004. Traducido para Sin Permiso por Ángel Ferrero.